Nunca antes volver a la oficina nos había alegrado tanto, esta vez no existe la depresión postvacacional, y es que se trata de la vuelta a la normalidad (la de antes o la nueva… qué más da), es recuperar nuestras vidas, horarios y rutinas, volver a charlar con los compañeros, disfrutar de los almuerzos, reir de esos kilos de más que nos ha regalado el confinamiento, comparar la largura de las barbas que hemos dejado crecer y abandonar los despachos improvisados…
Nuestras oficinas vuelven a tener vida, aunque aún no nos acostumbramos a vernos con las mascarillas, aunque aún no estamos todos y nuestras manos se resecan de tanto que nos las lavamos.
Por todo esto, nos sobran motivos para tener una gran sonrisa debajo de la mascarilla y sacar nuestras mejores galas. ¡Estamos de vuelta!